¿Cómo podemos aplicar técnicas de UX en la educación?

Yamile Sánchez
12 min readSep 30, 2020

--

O cómo una UXer ayudó a una docente en cuarentena.

Cuando decidí estudiar Comunicación Social, tenía un sueño: poder salvar el mundo. Una de las cosas que creía que me ayudarían (además del pensamiento crítico y la expresión teatral) era dedicarme a la educación. Cuando me recibí lo intenté por un año dando clases de comunicación audiovisual en una escuela en Villa de Soto, una localidad chiquita ubicada a unos 170 km de mi casa en la ciudad de Córdoba. Así que todos los viernes viajaba 3 horas de ida y 3 de vuelta para dar la clase. Me gustaba el viaje, lo disfrutaba. Miraba el lago por la ventana, las montañas, las casitas en la ruta. Repasaba la clase, escuchaba música y también me robaron el MP3 cuando me quedé dormida. La experiencia fue de lo más maravillosa y tengo los mejores recuerdos, pero el esfuerzo era mucho y no sentía que me llenaba totalmente…no sentía que ahí estaba feliz como comunicadora, al menos no todavía. Tenía que hacer algo más, me faltaba mucha “calle” antes de poder transmitir conocimiento a otras personas o de poder influenciar en sus vidas y sentía que era muy vulnerable a las adversidades (eran épocas de inocencia, miedo e inseguridad).

Cansada de llevar currículums a escuelas privadas, tener entrevistas con directoras mucho más mayores que yo, y de hacer largas colas en los organismos públicos para presentar papeles y entender el tema de los puntajes, dije: “no, esto hoy no es para mí”. ¿Algún día volveré a ser educadora? Tal vez sí, es un deseo fuerte que tengo todavía tener un paso por la educación (pública). Pero hoy no. Hoy, quiero algo que me desafíe, que me cuestione, que me interpele y me siga dando herramientas para continuar mejorando al menos un pedacito de la realidad, ayudando desde la escritura UX.

Mi vida profesional me llevó desde el 2008 hasta hoy por el camino de la tecnología y la innovación, lo cual hoy en el año 2020, el año de la pandemia, de la crisis, el desempleo, la pobreza, el caos, la incertidumbre, me coloca en un lugar de sumo privilegio: el de poder no solo conservar mi trabajo, sino de tener opciones, lo cual es una locura en un país donde (según el INDEC) más del 35% de las personas está bajo el límite de la pobreza y la tasa de desocupación es de aproximadamente el 13%. En el 2020 estuve a punto de perder mi trabajo por la crisis, y en lugar de eso tuve 2 propuestas espectaculares para mí y tuve la posibilidad de elegir. Todavía me tiembla el pulso al recordar esos meses de locura (sí, tuve 3 trabajos en un año). Entonces, desde mi privilegio y con mis herramientas, me propuse ayudar al menos a una persona.

La educación como compromiso social

Si hay algo que admiro de las personas que trabajan en educación es su compromiso social. Siempre recuerdo lo que leí de Paulo Freire en mis años de estudiante y lo que él hizo fue aportar una mirada crítica y revolucionaria de la educación, Freire colocaba al alumnado en el centro lo cual me parece alucinante, cada día más vigente y creo hoy es clave para plantear nuevos paradigmas en el sistema de educación. En síntesis, la pedagogía de Freire es una de las pioneras en provocar una nueva mirada a la educación; desde la sociología crítica. Plantea que todo acto educativo es un hecho político, y que, consecuentemente, el personal docente no realiza un trabajo objetivo, sino que cada una de sus acciones están eminentemente ligadas a un proyecto ideológico. Plantea la necesidad de entender conceptualmente qué significa la criticidad y la capacidad de mirar al mundo desde una posición humanista, crítica y solidaria. Además, analiza el papel fundamental de cambio en la llamada Escuela Nueva, movimiento al que perteneció la pedagogía de Freire, y se hace análisis de las diferencias entre ésta y la tradicional. Finalmente, se hace un breve estudio en torno a la pregunta: ¿Para qué educar?

Volviendo a ese deseo de poder aportar a la comunidad educativa, empiezo a escuchar a mis amigas de toda la vida, todas docentes, artistas, maravillosas, educadoras, gestoras y promotoras de la cultura. La mayoría de mis amigas son docentes de teatro, en escuelas públicas, privadas y también de la Universidad. Gran parte de mis amistades muy cercanas también se desarrollan en la docencia, en otras disciplinas. Tuve pequeños diálogos con cada una de estas personas y en todas logré captar patrones que se repetían, los resumo en estas sentencias:

1. El sistema educativo no estaba preparado para una situación así y en muchos casos trasladó lo peor de sí hacia lo digital, como una burocracia obsoleta e improvisaciones de nuevos cargos en nombre de la “innovación”.

2. El estado de ánimo y la situación socioeconómica del hogar, afecta directamente en el aprendizaje del cuerpo estudiantil.

3. Docentes con mínimos conocimientos de herramientas tecnológicas, son sobrecargados con responsabilidades y se convierten en capacitadores y rescatistas del resto.

4. No contar con los elementos suficientes en los hogares para dictar clases virtuales lleva a situaciones extremas (escuché una historia de una persona que se iba a un baño de una estación de servicio para tener conexión y cumplir con las horas de clase). Y en el alumnado, lleva al abandono del año escolar.

5. Los horarios no existen, los canales se multiplican, lo público y lo privado se desdibujan (el uso del email personal o WhatsApp para tareas escolares obliga a una conexión 24/7).

6. Docentes en colapso por no poder cubrir la totalidad de consultas que demanda la virtualidad, por verse con dificultad de adaptar las clases a lo digital y por no sentir mucho apoyo o respaldo de las instituciones, tanto o más colapsadas que las personas.

7. Si bien las instituciones privadas se esmeran por sostener al alumnado en situaciones de complicación frente a lo tecnológico dándoles soporte, no es recíproco hacia sus docentes, y si lo ofrecen deben pasar por burocracias infinitas, ralentizando los procesos de dictado de clases.

8. En disciplinas donde se pone mucho el cuerpo, como lo es el teatro, se ve sumamente afectado el desarrollo. Además de que lo físico, el encierro y lo postural influyen en el ánimo o estado de salud de una persona.

9. La percepción general del alumnado no va en contra de la escuela, sino que la presencia de la escuela (al menos virtualmente) es lo que los sostiene, acompaña y entusiasma en este contexto, lo complicado está en la cantidad de horas frente a las pantallas o de demanda de tareas, pero lo vincular con sus pares resalta como gran valor.

10. Relacionado al punto anterior, el vacío mayor está en cómo la tecnología dificulta el vínculo social, la distancia, la falta de interacción interpersonal. La escuela es una representación de sociabilización en las personas y que se pierda o desdibuje ese sentido es uno de los miedos de esta nueva modalidad. En el mismo sentido, hay otros pensamientos respecto al espacio escuela: como institución de aprendizaje no es el punto de dolor del alumnado, sino que extrañan lo vincular que propicia el espacio, lo cual nos hace pensar: ¿a quién le importa la escuela? ¿Importa la escuela sin los vínculos? Y de vuelta, nos lleva a hacernos la pregunta que nos deja la pedagogía de Freire: ¿para qué educar?

No es ninguna novedad que la crisis actual dejó en evidencia la cantidad de sectores que no estaban preparados para una realidad virtual. Si bien lo que estoy haciendo en este artículo es contar una muy breve reducción de una porción de la realidad, totalmente sesgada por mi sentido común, contactos en la docencia y juicio (abusando de la libertad de expresión de este canal), creo que podría reflejar un estado que representa la situación de la docencia, al menos en Córdoba, mi Provincia. Y seguramente habrán investigaciones macro al respecto buscando soluciones a escala (ojalá).

Imagen con una docente con 2 computadoras a la vez. Representación teatral satírica.
El dúo teatral Dupont & Durand representan en un video humorístico la realidad de la mayoría de educadores en la actualidad. Vean el video que es genial.

¿Cómo aplicar técnicas de UX para buscar soluciones?

Mi amiga Mechy es actriz y docente de teatro desde hace más de 10 años. Para la materia que dicta en la Universidad, ella tenía una necesidad puntual y yo tenía un deseo, fusionamos ambos para encontrar una solución simple y reducir un poco la complejidad que estaba atravesando. Así fue como conectamos y aplicamos un poquito de UX en su vida docente.

Para poder ayudarla a obtener la información que necesitaba sobre conocer mejor las preferencias del alumnado, aplicamos juntas una técnica de investigación en UX: la encuesta. Cuando necesitamos conocer datos puntuales de un cierto grupo de personas para escucharlas con el fin de conocer y mejorar algo, la encuesta es una herramienta muy útil ya que sirve para recolectar datos de una manera rápida y fácil. Y también gratis, gracias a la herramienta de Google Forms.

Para comenzar y organizarnos, primero necesitábamos tener un objetivo. ¿Qué es lo que queremos salir a buscar? ¿Mechy, cuál es tu mayor dolor con los datos que no tenés? Mechy me vomitó todos sus pensamientos y preocupaciones. Me contó que si bien existe una plataforma para el aula virtual que tiene un equipo pequeño detrás que le dedica mucho trabajo, no terminaba de entregarnos los datos que estábamos buscando, entonces tuvimos que consultar datos que en UX nos parecen obvios y hasta redundantes, como el email y si están matriculados o no, por ejemplo. Resolvemos todo con ID, con personalización y cruce de datos. Bueno, pues no es tan así en otras disciplinas.

Acá tuve mi primer aprendizaje cruzado: no sesgar mi capacidad analítica por las posibilidades que la tecnología nos brinda. Acá no podíamos personalizar datos, no podíamos segmentar personas, no podíamos descargar una base de datos…esto era mucho más manual y, por ende, tenía que ser una encuesta más larga. Para quienes nos dedicamos a UX es larguísima, va contra toda heurística, pero para ella y con sus conocimientos del ambiente al que nos dirigimos era super corta y sencilla, entonces confié en su criterio. Y no me equivoqué.

En el mar de incertidumbre, partimos de un problema, expresado en números y muchas preguntas que parecen un juego matemático: 152 personas entregaron un práctico hoy, yo necesito saber cuántas están cursando. Si hay 316 personas en el sistema, pero 269 inscriptas y solo 152 entregaron al menos un trabajo práctico, ¿cuántas realmente están cursando? ¿Cuántas personas hay en cada turno? ¿Vale la pena tener 2 turnos o más? Y de los 5 prácticos que llevamos en el año, ¿cuántas pudieron entregarlo? Y después ya nos metimos en una necesidad de obtener datos más cualitativos que nos ayudaran a entender esos números faltantes: ¿Por qué no pudieron entregarlos? ¿Qué les pareció el contenido? ¿Qué herramientas les parecerá mejor para conectarse y para enterarse novedades? En síntesis, la gran pregunta aparte de tener el dato real de quién era ese alumnado en cantidad, lo que necesitábamos obtener era: ¿Cuál es el estado anímico y la situación actual de estas personas para ver si la exigencia académica se ajustaba a esa realidad? Y lo más importante ¿Cómo podemos mejorar la experiencia en lo que resta del año lectivo, al menos? Cabe aclarar que todos estos datos en la modalidad presencial son mucho más fáciles de obtener y recolectar gracias al vínculo espacial, entonces ahí estaba nuestro principal desafío.

Con toda esta información en mente y aplicando un poco de arquitectura de la información, armamos la encuesta. Como era un tanto extensa (¡23 preguntas!), la partimos en 2 bloques temáticos, partiendo de lo general a lo particular:

1. Información personal, al cual llamamos:

Contanos sobre vos…
Queremos conocerte mejor para pensar cómo personalizar y adaptar los contenidos.

2. Sobre la materia y las preferencias, al cual llamamos:

Charlemos sobre [nombre de la materia]…
Queremos entender cómo es cursar para vos en cuarentena para mejorar las propuestas.

Y respecto al tono y la formulación de las preguntas, buscamos que sea conversacional, para que la persona no se sienta interrogada ni evaluada completando un check list, sino para que dialogue con la encuesta y pueda expresarse sinceramente.

¿Y los resultados, qué tul?

¡Bien! La encuesta fue enviada y en menos de una semana ya obtuvimos las 83 respuestas que fueron suficientes para resolver el enigma.
Los datos cuantitativos que Mechy necesitaba, fueron resueltos: esas 83 personas eran las que estaban participando activamente de las clases y solamente 2 no usaban el aula virtual. Los horarios de cursado estaban bastante parejos: 41% en el turno tarde y 53% en el turno mañana, el resto se acomodaba cuando podía. Respecto a la fuente de información más consultada, resultó en una variedad de canales, lo cual no le ayudó a centralizar en un canal, sino a entender la diversidad de las preferencias. El 65.9 % pudo hacer todos los 5 trabajos prácticos, el 19.5% pudo con 4, y el 11% entregó 3; lo cual indica que la gran mayoría está avanzando en las instancias de evaluación. También, pudimos entender los motivos de las dificultades de quienes no llegaban con todos los entregables en las preguntas cualitativas de cada trabajo práctico.

Los datos más cualitativos la ayudaron a entender el estado de ánimo general de las personas y las dificultades que presentan. Y, en los comentarios que dejaron, se reflejaba la particularidad de cada historia mínima…Yo me emocioné leyendo algunos y ella, ni les cuento.

Post its con algunos mensajes de parte del alumnado.
Muestra de algunos mensajes recibidos en la respuesta a la pregunta final: “Por último, ¿querés dejar algún comentario, sugerencia, idea, pregunta? Tu opinión nos ayuda mucho”.

¿Qué aprendimos aplicando técnicas de UX?

Como siempre me gusta decir y lo uso como leit motiv: Nunca dejemos de aprender. Y como dijo Aristóteles hace una tonelada de años atrás: “La educación es infinita, nunca termina, pues es un proceso de perfeccionamiento y por tanto ese proceso nunca termina. La educación dura tanto como dura una vida de las personas”.

Les compartimos nuestros aprendizajes con esta experiencia:

Yo, como UXer, aprendí:

  • Lo rico e importante que es el trabajo interdisciplinario para ejercitar la empatía y escapar del sesgo cognitivo.
  • Cómo nos abre la cabeza salirse de la caja, buscando soluciones para otras realidades que las de costumbre, me ayudan a correrme del dogmatismo aplicando pragmatismo, empatía y sentido común. Por ejemplo, haciendo una encuesta larga vs. una encuesta concisa y observando que funcionó en el ambiente estudiado.
  • Que la flexibilidad es algo que vino para instalarse en todos los aspectos de nuestras vidas.
  • A reforzar el consejo de ponerse horarios y respetarlos, nuestra salud mental lo va a agradecer.
  • A ser más consciente de los privilegios y que es momento de accionar más, o al menos de hacer algo para ayudar al resto.

Mechy, como docente, aprendió:

  • A organizar información y ordenarla (contar una historia).
  • A formular problemáticas y simplificar datos.
  • A usar la herramienta de Google docs para resolver elementos de la materia (aprender a usar estos formularios era un objetivo secundario que ella tenía).
  • Y la quiero citar textual porque me encantó lo que me compartió como aprendizaje, y dice así: “Me ayudó mucho a entender que es posible comunicarse de otras formas con muchas personas a la vez , que no sean las presenciales, y eso me posibilitó bajar la ansiedad de necesitar en cada clase una respuesta. Pero lo más importante es que me ayudó a generar un vínculo, a “conocer” quienes estaban del otro lado de la pantalla, que estos tiempos pueden ser muy angustiantes, sobre todo para las personas que estamos acostumbradas al vínculo presencial (y lo preferimos). Me ayudó a visualizar que esa angustia era compartida, y creo que eso nos vinculó más y desde un lugar humano. Definitivamente mejoró la comunicación y, por ende, la calidad educativa”.

Existe una idealización de que el alumnado pertenece a los “Nativos digitales”, se cree que la mayoría de las personas que estudia, por sus generaciones ya nace con Internet y con la omnipresencia de la tecnología en sus vidas. Pero la realidad es que no toda la población tiene acceso a tecnologías y que el acompañamiento y seguimiento del aula es algo crítico. También he escuchado frases de juicio que dicen: “están todo el día con el celular, jugando a los jueguitos, pero no hacen ni mandan la tarea”. Ok, pero creo que es muy diferente aprender a jugar un juego online que interpretar una consigna educativa. Tenemos que aprender como sociedad a no subestimar a nada ni a nadie.

Aristóteles fue uno de los grandes filósofos griegos que dejaron influencia en la educación. La imagen es de este posteo, que sugiero leer.

Y vos, ¿tenés ideas para mejorar la educación virtual?

Este artículo fue escrito gracias a la colaboración y aportes de mi gran amiga, actriz y docente Mercedes “Mechy” Coutsiers, principalmente. Y también agradezco las historias que me contaron mis otras amistades docentes, como Nadia, Jesica y Diego. Gracias. ❤

--

--

Yamile Sánchez

UX Manager | UX Strategist & Consultant | Content Designer & Storyteller| Creo en el poder de las palabras.